Devorarte para no perderte: el canibalismo como metáfora del amor
Consumir por completo y/o ser consumido de vuelta.
“Dime, ¿tú qué opinas? ¿Lecter quiere follársela, comérsela, matarla o qué? [...] Probablemente las tres cosas, aunque no me atrevería a decir en qué orden. ” —Hannibal
Una metáfora que en lugar de ser brutal y asquerosa como pudiéramos pensar, conceptualiza el amor como una fuerza, sensación o devoción abrumadora que solo puede traducirse en consumir o ser consumido por el otro.
Esta noción ha encontrado lugar en canciones, películas y libros. Sin importar el idioma o el género, en la música nos podemos encontrar con letras como
“Quiero clavar mis colmillos en tu carne morena” — Califórnica, La Gusana Ciega
“Come de mí, come de mi carne, entre caníbales, tómate el tiempo en desmenuzarme entre caníbales” — Entre caníbales, Soda Stereo
Incluso dentro de varias religiones1 podemos encontrar esta relación entre comer, consumir o ser consumido como un acto de amor: una manera de entregarse al otro para permanecer.
Durante la llamada “Última cena”, Jesucristo ofrece a sus discípulos comer pan y beber vino del cáliz en representación de su carne y su sangre. Esto no se queda en los tiempos de Cristo, en las ceremonias dominicales, durante la eucaristía, los feligreses oran y el sacerdote les entrega una ostia remojada en vino consagrado en representación del cuerpo y la sangre de cristo. Ahora él también “está” en ellos.
“Mientras comían, Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y lo dió a sus discípulos, diciendo: Tomen y coman todos de él; porque este es mi cuerpo. Después tomó una copa, y dando gracias la paso a sus discípulos diciendo: Beban todos de ella; porque esto es mi sangre”. — Mateo 26:26
¿Y qué tiene que ver la psicología?
La relación estrecha entre la alimentación y el sexo, el amor o la admiración (dependiendo del caso), está presente en la cultura, y existe incluso desde los inicios de la humanidad. Hubo civilizaciones antiguas que comían carne humana con el objetivo de adoptar las mejores cualidades, aptitudes o capacidades de sus víctimas
No es sorpresa entonces, que la psicología no haya tardado en encontrar una relación —que incluso puede ser hasta natural— entre los instintos amoroso-sexuales y los alimenticios, la cual puede derivar en fantasías, parafilias o, en casos extremos, donde la unión máxima de estas pulsiones2 termina en el canibalismo.
Para hablar del consumo de carne o componentes humanos desde la psicología se puede usar el término vorarefilia3. Sin embargo, este solo se usa en los casos más extremos, donde el deseo amoroso-sexual de ser tragado o devorado, o de devorar a otros va más allá de una idea, deseo simbólico o fantasía.
Se usa, por ejemplo, en casos como el de Jeffrey Dahmer, quien se comió a varias de sus víctimas por la simple y (según él) sincera razón de tenerlas más cerca. Buscaba integrar al supuesto ser amado a sí mismo, como una forma extrema de poseer a alguien, y al mismo tiempo, como un intento desesperado de evitar el abandono —real o imaginario—.
A menudo estas fantasías se quedan en el plano de lo imaginario y nunca se llevan a cabo de una forma tan salvaje o violenta. En cambio se manifiestan de forma simbólica a través de metáforas y frases de afecto en el día a día, que no dañan a nadie y que son bastante comunes.
Por ejemplo, cuando las madres dicen que se “comerían” a sus hijos, o que quisieran poder regresarlos a su vientre para protegerlos de todo mal —porque ahí estarían a salvo—. O expresiones como “te como la carita”, usadas cuando alguien nos genera mucha ternura. Incluso al describir a una persona sexualmente atractiva se utilizan palabras como “rico” o “bueno”, los mismos adjetivos que se usan para describir un de un platillo que nos gusta.
“Comenzaría por los labios y terminaría haciendo espacio entre sus costillas para seguir con el corazón”. — Lo, @ chicademembrillo
El acto de mordisquear partes del cuerpo durante las prácticas sexuales —o el sexo oral mismo4—, así como las expresiones antes mencionadas, son ejemplos de cómo estas fantasías resurgen en la cotidianidad de forma simbólica.
Incluso desde una perspectiva más romántica, hay parejas que han experimentado una sensación en la que, por más cerca que estén al abrazarse o acurrucarse, no es suficiente, y llegan a decir o pensar que les gustaría estar dentro del otro. ¿La intención? Lograr el vínculo más estrecho posible entre dos seres, formando uno solo.
Este tipo de prácticas no siempre se dan desde el deseo, hay veces que se dan desde la necesidad.
El perfecto ejemplo es el accidente ocurrido en la cordillera de los Andes, donde, al enfrentarse a condiciones extremas —sin comida, ni agua, ni nada— varios de los sobrevivientes tuvieron que consumir parte de los cuerpos de sus compañeros.
Sin embargo, no deja de haber amor o cariño en el acto. Como se muestra en el filme homónimo varios de ellos dan su consentimiento para que, en caso de no sobrevivir, sus cuerpos pudieran ser utilizados para alimentar a los demás. En situaciones tan extremas, el mayor acto de amor que tuvieron para con sus compañeros fue alimentarlos: dar su cuerpo para dar vida.
“No hay amor más grande que aquel que da la vida por sus amigos.” — Numa Turcatti, La sociedad de la nieve 2023
Me encanta el tema y es cierto que a veces viene ese deseo de la posesión